Un dibujo de hace ya algún tiempo, pero al que tengo mucho cariño. Siento la molestia de la marca de agua, pero es algo que considero necesario.
Es un Príncipe de las Tinieblas, tal vez. Lo cierto es que no lo sé. Cuando no tengo algo concreto a dibujar en mi cabeza, mi mano vuela libre con el papel, y poco a poco van surgiendo imágenes, símbolos aquí y allá, como si mi propia mente supiera bien lo que está haciendo y se sonriera mientras calla, y yo solo aguardo a ver el resultado final.
Las Tinieblas se pueden interpretar de muchas formas. Al menos eso pienso yo. Para mí, interpretar algo, sobre todo el arte, desde un punto de vista religioso es, como poco, limitarse de forma desmesurada. Por eso yo creo en las Tinieblas como una parte de nuestro corazón. Un lugar muy, muy recóndito, al que muy pocas veces tenemos acceso, en el que se guardan sentimientos muy profundos e intensos. Ya sea la más terrible desolación, o los deseos más ocultos de nuestro ser, lo que allí permanece define una gran parte de nosotros mismos. Por eso es necesario, de vez en cuando, mirar por un agujero a nuestras Tinieblas, que son nuestras y únicas, pero con cuidado, porque si se las mira demasiado tiempo, pueden llegar a consumirnos.
Realizado con bolígrafo bic sobre papel.
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